09 diciembre 2015

El VELO


Día 9 es sinónimo de reseña. Para esta última de 2015 he escogido una obra que me abrió los ojos a dos autores extraordinarios: El Torres y Gabriel Hernández Walta. Ambos aunaron talento y buen hacer en El Velo, la primera de sus colaboraciones que supondría un punto de inflexión para la carrera de ambos, a tenor de posteriores obras tanto juntos como por separado. Empezando por la historia, El Velo es una miniserie de cuatro números que salió en los USA (The Veil) bajo el sello de IDW Publishing a partir de 2009, y que un año después Ricardo Esteban recopiló para Dibbuks en un tomo único de bonito formato. Se trata de una historia de terror, donde tan bien se maneja el maestro Torres, protagonizada por la detective privado Chris Luna. Ésta se ve obligada a volver a su localidad natal para vender una propiedad familiar en busca de pagar a sus acreedores. Y es que su carrera como detective no es que vaya viento en popa, teniendo en cuenta que la principal habilidad de Chris es la de ver y hablar con los muertos. Tranquilos que no estamos ante una versión comiquera de la edulcorada serie de televisión Entre fantasmas. El Velo no se queda en la superficie y se centra más en los demonios propios de la detective, que en un caso como cualquier otro de los que pudiera haber tenido dentro de un formato episódico. La ambientación juega una baza fundamental en conseguir preparar al lector para los golpes de efecto que el guión va introduciendo en el camino, y en ese aspecto, Hérnandez Walta es para Torres, lo que John Stockton era para Karl Malone: un compañero de juego ideal.

Una de las cualidades del malagueño, es sin duda alguna aprovechar al máximo las cualidades de los dibujantes con los que trabaja. No imagino una historia que le fuera mejor a otro dibujante que Hérnandez Walta en el momento que se hizo El Velo. Ese trazo sucio a lo Sienkiewicz hace que los rincones de Crooksville, una localidad ficticia situada en el estado de Maine, se conviertan en una pesadilla viviente digna de Stephen King, precisamente uno de los más celebres personajes nacidos en dicho estado. Retomando las comparativas que erroneamente se puedan establecer al conocer el don/maldición de su protagonista, Luna está muy lejos de ser una scream queen que luce generosos escotes. Es una mujer guapa que no se preocupa por su imagen personal. Bastante tiene con lidiar con los muertos mientras intenta sacar dinero de sus finados clientes. Cada uno de los cuatro números cumple con creces la finalidad con que se han pensado: presentación del personaje y sus sombrías circunstancias; el pasado enterrado desde la distancia volviendo a llevar al límite de la cordura a la detective; sale a la luz el verdadero mal oculto tras el velo que separa los vivos de los muertos; un desenlace donde la protagonista debe hacer frente a sus terrores para salvar no solo su vida, sino la de todo el pueblo.

Si el estilo de Hernández Walta encaja como un guante en la trama planteada por Torres, el color usado por el melillense es una auténtica maravilla. Del tono apagado que lucen las páginas cuando la acción se desarrolla en el plano de los vivos, a unos rojos y unos negros alucinantemente bien utilizados en el plano de los muertos. No es de extrañar que con el tiempo las grandes editoriales hayan puesto sus ojos en su trabajo. En concreto Marvel Comics, con quién lleva colaborando desde 2010, y donde ahora se encarga del apartado gráfico de La Visión. Si no habéis visto alguna de las páginas que está haciendo, tardáis demasiado ya en clicar aquí. No contentos con haberse marcado este pedazo de tebeo, guionista y dibujante volvieron a repetir jugada en El Bosque de los Suicidas. Si queréis haceros con un ejemplar seguro que en las librerías más cercanas a vuestra casa os pueden ayudar, o si no directamente encargarlo en la web de Dibbuks clicando en este enlace. No os vais a arrepentir seguro.

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