17 junio 2017

LA MÁQUINA DEL TIEMPO


No es la primera vez que se lleva La máquina del tiempo al terreno del cómic o la novela gráfica. Así a bote pronto, recuerdo que Arguval lanzó hace años su propia adaptación. Pero evidentemente, sin el peso que tiene el tener al gran Carlos Giménez como arquitecto del proyecto. Una de las leyendas vivas del cómic en España, se alía con Reservoir Books para ofrecernos viñetado el relato de H. G. Wells. La máquina del tiempo fue el debut de su autor en un género por entonces en pañales como era la ciencia ficción. Y fue pionero en cuanto a la temática de los viajes en el tiempo. En el cine ha tenido a su vez cinco (que yo sepa) adaptaciones. La más moderna en el año 2012 dirigida por su bisnieto, pero me quedo sin lugar a dudas con el clásico de 1960 dirigido por George Pal y protagonizado por Rod Taylor.


Deudora directa de la novela, la traslación que realiza el maestro Carlos Giménez tiene como protagonista a un científico del que no se sabe su nombre. Tampoco es relevante de cara a la historia, y eso es algo que H. G. Wells sabía. Simplemente se le conoce como El viajero a través del Tiempo. Y el tiempo es precisamente lo que quiere atravesar. La narración comienza justamente con el regreso (el primero) del viajero, que se encarga de contar la increíble experiencia de su paseo por el futuro. Como es lógico, los amigos de este no le toman muy en serio, y seguirán sin creerle al terminar el relato. En el discurso del protagonista se nota la voz de su autor original: un ferviente defensor de la lucha por la igualdad entre clases, razas y sexos; un buscador de esa utopía que es una sociedad más justa; un abanderado de la ciencia y la educación como armas con las que el ser humano de su época pudiera cambiar el futuro. En ese sentido, creo que Giménez también se ve un poco reflejado.


Sin entrar en detalles, aunque los que hayáis leído la novela no os vais a encontrar con ningún cambio significativo más allá de interpretaciones, La máquina del tiempo se desarrolla con su protagonista como narrador en primera persona. Vemos su llegada al año 802.000 (802.701 en el original) y como pasa de la euforia inicial al desencanto de un niño que se encuentra con el regalo que no quería. Se topa con algo muy alejado a la avanzada sociedad civilizada que imaginaba. Un mundo polarizado en dos especies: los Eloi y los Morlocks. En un primer momento, su teoría es que los aniñados y despreocupados hasta el extremo Eloi son el resultado de una sociedad carente de cualquier peligro. De ese modo, los Eloi se comportan como críos que lo único que quieren es pasarlo bien y punto. Pero el incidente que lo impide regresar a su tiempo, hace que descubra la existencia de los Morlocks. Una especie de involución de los Eloi, que viven en la oscuridad dedicándose a las duras tareas que permiten a los primeros el llevar una vida indiferente.


La interpretación más común ante esta división es la que plantea un paralelismo con las clases sociales acomodadas (en este caso serían los Eloi), y la clase trabajadora (los Morlock). De ahí que los sentimientos del viajero vayan saltando de un lado a otro con el paso de los acontecimientos. Algo común que nota en ambos grupos es una deshumanización total. Es algo que le descoloca y le come por dentro. Aún así, pequeños detalles como su acercamiento a Weena, una Eloi a la que salva la vida, o gestos de compasión en los salvajes Morlock, lo hacen querer volver tras acabar la narración delante de sus amigos. Y es allí, pensando que si puede llegar de nuevo en el mismo momento que en su primer viaje, donde se adentra sabiendo qué es lo que debe hacer para corregir ese futuro.


El formato me parece el más adecuado para una adaptación de esta índole. Giménez maneja como pocos el acabado en B/N. A pesar de que las descripciones que se hacen implican el imaginar el hogar de los Eloi como un sitio lleno de colorido, creo que eso juega a favor del uso que cada uno hace de su propia imaginación. Igual que Wells no reparaba en entrar hasta el fondo en las descripciones, a diferencia de otros autores coetáneos, aquí nos encontramos con una invitación al lector para que complete aquello que no esté completamente desmenuzado. Quizá la elección de la ilustración para la portada, como leí en su momento a alguien (que me perdone y me lo recuerde si está leyendo esto), no sea la más acertada. Teniendo en cuenta que no estamos ante un autor desconocido, muy al contrario, este pecado se convierte en falta leve. El trazo característico de Giménez es suficiente como para que uno se tire a comprar el ejemplar cuando lo vea en el estante correspondiente. Interesante también el prólogo que él hace como antesala a la lectura de las primeras páginas. Es toda una declaración de intenciones por si alguien pueda pensar que estamos ante un encargo puro y duro. Estamos ante un tomo en cartoné, de 80 páginas, a un precio de 17,90 €, que está a disposición de los seguidores de Giménez y de Wells, que no son precisamente pocos, en cualquier tienda especializada o librerías.

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