09 febrero 2016

ARRUGAS


Hay veces que te metes a hacer una reseña y caes en la tentación de abordarla desde una óptica algo alejada, escribiendo lo que piensas que aquellos que te están leyendo pueden querer saber. Pero otras veces, aquello que reseñas te pide que dejes los tecnicismos a un lado y cuentes lo que te ha hecho sentir, sobre todo la primera vez que acabaste de leerlo. En resumen, que escribas desde las tripas. Arrugas es una de esas obras que te lo pide a grito pelado.

No siendo la primera obra de Paco Roca, que ya tenía en su haber publicaciones como El juego lúgubre, El faro o Hijos de la Alhambra, sí que es la que lo puso en boca de medio mundo. De la mano de Delcourt en su edición original (Rides), Arrugas se convirtió en un éxito automático de público y crítica. Fue coleccionando un premio tras otro fuera y dentro de nuestras fronteras (a destacar el Premio Nacional del Cómic 2008), ya con la edición de Astiberri en circulación. Después, han ido cayendo en Italia, Alemania, Finlandia, Países Bajos y hasta Japón como si fueran fichas de dominó. En 2013, se cuantificaban las ventas en más de 50.000 ejemplares correspondientes a diez ediciones con el sello de Astiberri, y de 150.000 ejemplares en todo el mundo. A eso hay que sumar la adaptación como película de animación en 2011, que llegó a estar preseleccionada en dicha categoría para los Oscar.

Pero como he dicho al comienzo, Arrugas pide una aproximación personal, más allá de cifras y premios. En pocas palabras, Paco Roca nos presenta la historia de Emilio, un jubilado al que su familia decide internar en una residencia ante el galopante avance del Alzheimer que padece. No se trata de una obra ventajista, que aproveche el hecho de tocar de lleno un tema con el que el lector puede empatizar fácilmente, sobre todo si has visto de cerca lo que acaba haciendo este terrible trastorno neurodegenerativo. Y lo dice alguien que vio a su abuelo sufrirlo en sus carnes. De la misma forma, no se presenta al hijo de Emilio como un cabrón sin escrúpulos, o como un pelele en manos de una mujer que no estaba dispuesta a cuidar de su suegro enfermo. Arrugas no busca la compasión, ni presenta un escenario con víctimas y malvados. Va directa al grano. Cuenta en primera persona la experiencia de Emilio, en el tiempo que el Alzheimer le permite mantenerse en la planta inferior del geriátrico. Su amistad con Miguel, sus peripecias dignas de adolescentes deseosos de correrías, aprovechando los últimos coletazos de una vida que empiezan a ver cómo se apaga. Los casos particulares del resto de ancianos: cada cual agarrado a pequeñas alegrías, ya sean reales, recuerdos o ensoñaciones.

He de confesar, sin ninguna vergüenza, que Arrugas es uno de los escasísimos tebeos que ha conseguido arrancarme algo más que una lágrima solitaria.  No de pena, insisto, sino de emoción. Y es que, seas Marvel Zombie, DC Adicto o te dé alergia acercarte a lo que huela a BD, si agarras del tirón las 100 páginas que escribió y dibujó Paco Roca en su momento, y aún así no se te remueve algo dentro del corazón y la cabeza, más vale que te lo hagas mirar. Y no estoy hablando exclusivamente del gusto por lo que lees.

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