Esta reseña de Dark Myths, obra de Juan Alcudia (bajo su habitual seudónimo), Paco Zarco y Juan Moreno en tareas de guion, dibujo y color respectivamente, viene acompañada de dos reflexiones, así que pido perdón de antemano porque una habla de los estilos a la hora de comentar obras (¿habemus metareseña?) por cualquiera de las vías que se quiera, y la otra va cargada de una buena dosis de crítica avinagrada con cómo se hacen las cosas en este nuestro mundillo del cómic autóctono.
Empiezo por lo importante, que es hablar de las buenas sensaciones que me ha dejado Dark Myths, uno de los últimos lanzamientos de Cósmica Editorial para este año, con los tres autores presentados en el primer párrafo. Y os voy a hablar de sensaciones, de las que han dejado las dos lecturas, no consecutivas, que le he pegado al tomo. Supongo que hay que tener una edad (la mía) o haber crecido con las mismas referencias para entender lo que os cuento, pero al cerrar la contra lo primero que pensé es en aquellos tomos gigantes pero con una horrorosa edición de Sláine. Si alguno no sabe de qué estoy hablando puede clicar aquí para informarse, pero de la etapa que hablo en concreto es de la que seguía escribiendo su creador, Pat Mills (padre de Marshall Law también), y dibujaba Simon Bisley. Y no creo que sea tanto por emparentar el estilo de Bisley con el de Zarco, salvo por su habilidad para retratar una buena casquería, sino más por el espíritu de lo que viene a contar Juan Alcudia con su relato. Porque esto tiene aroma a relato, a relato salvaje de los que protagonizaban los fieros pictos que poblaban el río Negro en la mitología de Conan. Y pudiendo quedarse ahí, puesto que con ese referente a mí ya me tenían alistado para la causa, se le suma otro tipo de relato, también con origen similar a las historias firmadas por Howard, en cuanto a dónde fueron publicadas originalmente. Hablo de la esencia lovecraftiana que supura por cada página de mitad en adelante. Con semejante cóctel, componen un argumento de venganza necesaria en las manos de quien protagoniza la excelente portada, de una composición tan sencilla como efectiva. Añado, por poner la guinda, a este listado de lo que me evoca Dark Myths, una transformación licántropa que me retrotrajo a la primera vez que disfruté de Un hombre lobo americano en Londres.
Capítulo aparte merece mencionar la excelente edición de Cósmica, con un tomo en rústica con solapas, una lámina sacada directamente de una splash del cómic, y unos extras de los que gustan. Con un par de diarios paridos por la ingente capacidad de Juan, más una declaración de las fuentes de las que bebe este Dark Myths. Todo esto por tan solo 16 euros, ¿qué más queréis?
Y con respecto al de qué va, me voy a limitar a la reseña que ofrece la editorial en su web, y vamos con la primera de las dos reflexiones:
Unos forasteros irrumpen en una pequeña aldea de madrugada. Vienen a la caza de una bestia que está causando estragos en los alrededores. A pesar de los recelos, los aldeanos acceden a alojarlos ante el temor de que lo anuncian sea cierto. Las primeras batidas para cazar a la bestia resultan infructuosas. Los acontecimientos toman un giro inesperado cuando, durante una de ellas, hallan un cuerpo brutalmente mutilado...Hace no mucho, escuchaba a Javier Marquina en una de sus muy recomendable Microrreñas decir que le jodía mucho ese modo establecido desde hace mucho de reseñar contando lo que pasaba en la obra. De reventar esa sorpresa antes de ponerte a leer de qué va un cómic. Y no era tanto el contar de principio a fin el argumento, sino ese formulismo de hablar de qué va primero, para pasar después a dar cuatro esbozos manidos como si estuvieras rellenando un parte de accidentes para el seguro. Eso me hizo pensar y pararme a revisar las últimas reseñas que había subido a este blog. Y he decir que sentí bastante alivio al comprobar que no soy de los que cuentan mucho de qué va la lectura que recomiendo. Es muy posible que en algún momento del pasado fuera de esos que optan por usar el sota, caballo y rey, pero como esto lo hago por el gusto de compartir lo que me parece de recibo que merezca algo de atención por parte de los posibles lectores, pues es muy posible que soltara esa rémora en algún momento.